Por Enrique Cordero y T.
Recién concertado estaba el Plan
de Iguala cuando don Agustín de Iturbide dio al movimiento emancipador de
México su bandera tricolor, encomendando la hechura del primer lienzo a su
sastre y barbero José Magdaleno Ocampo, quien lo entregó el 24 de febrero de
1821.
Estas líneas son antecedentes
históricos a esta leyenda.
Éranse tres hermanas, cuyos
padres criollos de la angélica ciudad de Puebla, tenían palaciega casa en la
Calle de Micieses, ángulo del crucero de las Calles de Victoria, costado de San
Agustín e Ibarra o San Agustín. Familia de muchos posibles, producto de
cuantiosos bienes raíces en la capital del país y en esta población de su
residencia; iban o venían, venían o iban de uno a otro sitios.
A la entrada del ejército de las
"Tres Garantías" la familia se hallaba en México. En varias de las
diferentes festividades y recepciones que le hicieron al Libertad y a su
guardia de corpus, las tres hermosas, sobresalientes por su belleza, atruendos
y trato fueron enamoradas por apuestos oficiales, a quienes correspondieron.
La familia regresó a la
Angelópolis, pero las tres parejas de novios, que estaban enamorados hasta el
delirio quedaron en verse muy pronto.
¡Bah, muy pronto! D. Agustín iría
a la Puebla, que sería la primera ciudad de la nación proclamada libre.
Las tres godibles señoritas
pidieron a sus prometidos la fecha forma de halagar al señor de Iturbide. Uno
de los oficiales aseguró: "el 2 de agosto de 1821 y precisó: "Al
generalisímo le agradan mucho los guisos regionales, es un excelente gastrónomo
obséquiesele con esto y con un platillo en el que se empleen materiales que tengan
los colores de la recién instituida Bandera Mexicana, ¡será gran sorpresa!
¡Magnífico! aprobaron y se
comprometieron las chicas.
-En qué gran conflicto nos hemos
metido, dijo una de las hermanas, si nada sabemos ninguna de cocina.
-Pero habrá modo de resolverlo y ¡con
urgencia!, añadió otra.
-¡Claro!, optimista dijo la
última, y, resuelto está. Expuso: encomendaremos el platillo sugerido a las madres
contemplativas agustinas del convento de Santa Mónica; entre ellas hay sabias,
magníficas cocineras; dándoles la idea saldremos orgullosamente triunfantes
ante nuestros apuestos y amados oficiales iturbidistas.
Como lo pensaron, lo ejecutaron.
Las monjas en concilio:
Quieren esas niñas que el
platillo sea originalmente poblano; que tenga en su elaboración materiales o productos
en que estén los colores de la enseña patria.
Bien, acordaron:
Emplearemos chiles; del tiempo de
San Martín Texmelucan, que son grandes e imponderables en su calidad; los
prepararemos quitándoles las venas y semillas para neutralizarlos haciendo que
el picor sea delicioso. Los rellenaremos, éste puede ser sencillo, sólo de
queso serrano de cabra de Tiatlauqui, Zacapoaxtla o Teziutlán; con picadillo
menudito de carne de res y de puerco, de la matanza famosa de San Antonio del
Puente o de Cholula y en caso de Tecali, que los animales de ahí son bien
cebados; y con mil sabores: jugo de clavo y canela –todo esto molido- y pasta
semi seca de la molienda con duraznos de las huertas de Huejotzingo manzanas de
las mejores de Zacatlán, peras de la famosa huerta de los padres Carmelitas, de
esta propia levítica Puebla y más, aderezo con piñones, pasas, almendras etc.,
-pasta única que ni el propio patrono de las cocineras; San Pascual Bailón se lo
imaginara.
Después, "capiaremos"
los chiles con huevos rancheros de los rurales gallineros de Tepeaca, Amozoc o Acajete,
friéndolos, aunque sea muy costoso con la deliciosa mantequilla de Chipilo.
¡Aquí ya está el verde!
Haremos una salsa de nuez de
Calpan, de preferencia, que hay muy buenas y abundantes nogaleras en otras
partes del territorio poblano, licuada muy poco con el mejor de los vinos,
también regionales que los hay rivales de los extranjeros. La tarea más pesada
y tardada de todo: fue pelar cientos de nueces en la que se empleará una legión
de ayudantes. Se echará en abundancia sobre los chiles cubriéndoles totalmente.
Aquí está ya, también, el blanco!
Finalizaremos: sobre la nogada
echaremos, abundante sépalos o dientecillos de granada, de las únicas para esta
exquisitez, de Tehuacán que por su exclusividad se llama a esta importante
ciudad "De las Granadas". Finalmente el rojo es aquí!
Y más aderezo: hojitas frescas,
verdes de perejil esparcidas en el platillo poblano "CHILES EN
NOGADA".
¡Cumplido absoluto el encargo!
amén.
El 3 de agosto, arribo a Puebla
don Agustín de Iturbide, cabeza de la Primera Regencia de la Nación Mexicana,
ya libre soberana. Fue un apoteosis. En el banquete le sirvieron el platillo ex
profeso guisado "de los chiles en nogada", en un banquete de ciento
cincuenta cubiertos servidos en la casa de las tres hermosas jóvenes de nuestra
relación.
Realmente fue una sorpresa para
el Libertador, de sus ayudantes que promovieron la hechura del exquisito
platillo y de todos los comensales.
El ofrecimiento tocó hacerlo al
Superior de los Agustinos quien advirtió que en este mes se celebraba al Santo Patrono
de la Orden, el día 28 y que en nombre de esta comunidad religiosa,
principalmente de las madrecitas de Santa Mónica, se adelantaba la cuelga al excelentísimo
señor jefe del Estado Mexicano, ya que su nombre era Agustín.
De manjar fueron calificados los
chiles en nogada, que desde ese año se hicieron famosos traspasando los lindes
territoriales poblanos. Cada año en el banquete de los padres Agustinos se
sirvieron; tuvieron más renombre porque en la verbena de este barrio que es el de
las de más resonancia, en los puestos de comida se vendían los chiles en
nogada.
Han transcurrido los siglos. Iturbide pasó a la historia, se le ha
olvidado, pero el 28 de agosto día de San Agustín perdura la costumbre, en casi
todos los hogares angelopolitanos de gustar el exquisito platillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario